sábado, 31 de enero de 2009

Comentario de Carlos Fos de la AINCRIT sobre la versión 2009


La frontera entre dos lugares puede jugar un papel especial, es posible verse atrapado en un lugar así. Hay fronteras que nos constriñen a situaciones de vasallazgo, creadas por los sectores de poder con mayor o menor imaginación. De acuerdo a esta sutileza estos límites reforzados por el miedo pueden persistir por generaciones y hasta resultar imperceptibles para los que los sufren. La separación existente entre la cultura y la no cultura a partir de la existencia del delito o supuesto delito es uno de estos muros. El teatro los ha abordado desde sus inicios y así el delito aparece como uno de los instrumentos más utilizados para definir y fundar una cultura. Para separarla de la no cultura y para marcar lo que la cultura excluye. Michel Ouellete, dramaturgo franco-canadiense, aborda la temática de las fronteras en su obra El testamento del sastre, añadiéndole el aditamento de una peste que refuerza los mecanismos de control. Con un ir y venir constante une dos plagas, una histórica que asoló Londres y sus zonas vecinas en el siglo XVI, y otra de etiología desconocida ubicada en un futuro cercano e incierto. Las criaturas presentadas por el autor padecen un modelo de obediencia, sustentado en la anulación del pensamiento crítico y en la sublimación de la sexualidad, que es presentida como perturbadora por las autoridades Sobre el modelo de prisión que diseña Bentham, el panóptico, produce generalizaciones que constituyen la figura de la nueva tecnología política .El poder se estructura y funciona de manera difusa, múltiple, polivalente en el cuerpo social entero. Se forma así la sociedad disciplinaria basada en la exclusión, propia del modelo de la lepra, en el cual lo importante es diferenciar al leproso y marginado en una comunidad separada cuya estructura interna no es útil controlar. Prima la regla de la reticulación propia del modelo de la peste, con una lógica de conjuntos separados. Partiendo de un texto original demasiado extenso, explicativo y presuntuoso, Rubén Segal logra una puesta original, con un marcado ritmo lúdico.
En su primera propuesta, al ser estrenada la pieza el año anterior, Segal presentaba una versión en las que todos los personajes pasaban por el cuerpo y la voz de un actor. Lo interesante de aquella idea, es que el espectador podía asistir en dos funciones contiguas, a la interpretación en manos de una actriz y luego de un actor. Visiones masculina y femenina de un mismo relato, con similares marcaciones, pero con resultados distintos (provenientes de esos mundos personales disímiles, con dramaturgias actorales que complementan el texto desde el par de miradas). Este año, el director redefinió su concepción y con un recorte del libro, que no afecta su coherencia interna, logra reunir a Claudio Martínez Bel y a Mercedes Diemmand-Hartz en un mismo espacio escénico. Repite el efecto de permitir que el discurso circule por ambos actores, pero además facilita el diálogo y la interacción, con un ritmo que crece, merced a esta herramienta. Es sólida la labor de los actores, que despliegan la partitura de sus recursos, en un ambiente casi yermo. Los objetos, en especial las telas, son incorporadas como instrumentos que unen, separan, cobijan, de acuerdo a las circunstancias. Otro acierto de Segal, ya que el juego escénico no queda encerrado en estructuras estériles y la acción fluye, acompañada por una música casi ritual. La acción ritual suele estar muy elaborada: articula gestos, y en ocasiones palabras o cantos, realizados por personas cualificadas, en lugares y tiempos predeterminados y consagrados a tal fin, utilizando artificios reconocibles. Es un guiño de Segal a esta concepción escénica que sacraliza las formas, mixturadas con las estéticas modernas. Un paso para avanzar en la comprensión del teatro en su esencia y no como un juego formal más. El Testamento del sastre se revela como una interesante y recomendable opción para vivir esta fiesta ancestral.

Por Carlos Fos

Ficha Tecnica
El Testamento del sastre de Michel Ouellette
Traducción: Carlos Vicente
Actores: Mercedes Diemmand-Hartz, Claudio Martínez Bel
Músicos en escena: Silvina Sznadjer, Sergio Sultani/Javo Canolik
Diseño espacio sonoro: Rubén Segal, Mariano Cossa, Silvina Sznajder, Sergio Sultani
Diseño vestuario y escenografía: Fabián Suigo
Diseño iluminación: Leandra Rodríguez
Diseño gráfico: Marianela Claverie
Fotografía: Paco Fernández
Prensa: Luciana Zylberberg
Producción ejecutiva: Carlos Lutteral
Asistente de dirección: Denise Cotton
Dirección: Rubén Segal
Teatro La Carbonera. Sábados 21 hs.
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